Para no procrastinar
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Esta palabra ha adquirido relevancia a raíz de los tutoriales que abundan en libros y cursos sobre cultura laboral. En ellos se busca, con razón, maximizar el tiempo de trabajo. Esto es, aprovecharlo mejor y no caer en dilaciones, aplazamiento de tareas y responsabilidades por otras actividades más gratificantes, pero irrelevantes.
Como leo por ahí, “procrastinar es una forma de evadir, usando otras actividades como refugio para no enfrentar una responsabilidad, una acción o una decisión que debemos tomar”.
A raíz de la propuesta de reducción de la jornada laboral, bueno sería preguntarse por el buen uso de mis horas de trabajo. Buena sería una modesta evaluación crítica, para mejorar mi desempeño y el de los demás. El tiempo es oro. No tengo derecho a desperdiciarlo ni menos hacer que otros lo desperdicien. Por lo mismo, mi mal desempeño laboral significa que le cargo la mano a otro. ¿Tengo derecho a hacerlo? No. ¿Soy respetuoso del trabajo y horarios ajenos? Y para los que tienen responsabilidades ante otros, ¿soy buen jefe?
Me topo con ejecutivos y profesionales, sobre todo jóvenes, que reclaman que muchas veces “no saben bien qué deben hacer”. Una buena cultura del trabajo parte por claridad de objetivos, metas, una ruta clara, un horario bien diseñado. Trabajar no es improvisar. Finalmente frustra y cansa un empleo en que no siempre hay claridad de metas y un plan de trabajo claro.
Abundan los retrasos, postergaciones, disculpas. Ya conocemos la triste cita de que los chilenos “trabajamos mucho, pero rendimos poco”. Tiene más que ver con un mal diseño del trabajo antes que con flojera o desidia. No falta ñeque, garra y voluntad entre los chilenos. Lo que muchas veces falta son buenos jefes que sepan liderar bien un proceso en todo orden: productivo, educacional, con metas claras, procesos y objetivos.
Revisemos nuestro aporte personal. ¿Soy puntual? ¿Me focalizo en mis tareas o soy disperso? ¿Realizo las tareas asignadas o busco “sacar la vuelta”? ¿Doy lo mejor de mí? ¿Estoy tan consciente de mis fortalezas como debilidades? ¿Estoy abierto a las críticas para cambiar? Y en este punto, ¿me dejo corregir?
No sé en qué va a terminar lo de la discusión en torno a la jornada laboral. Sí soy de la modesta idea de que hay que flexibilizarla. Es muy rígida. Basta compararla con la de otras latitudes. Pero en fin, será parte del debate. Por ahora, empecemos revisando nuestras propias costumbres laborales. Quizá le saquemos más partido a nuestro tiempo y, de paso, aliviamos la carga a otros y nos desempeñamos mejor.